Caridad eclesiástica

noviembre 1, 2023

El desplante de los obispos ante el informe del Defensor sobre la pederastia ofrece una oportunidad histórica a la derecha católica española para mostrar su indignación de creyentes por la resistencia a la contrición de sus autoridades espirituales

En el centro, el cardenal Juan José Omella, presidente de la Conferencia Episcopal Española, este lunes durante una rueda de prensa tras la asamblea de urgencia de los obispos españoles para valorar el informe del Defensor del Pueblo / Foto: Andrea Comas | Fuente
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Jordi Gracia, El País, 1 de noviembre de 2023

La ejemplaridad de la jerarquía católica española ha vuelto a resplandecer en el cielo de la piedad y la misericordia cuando ha visto las orejas al lobo feroz, el de verdad. Tiene toda la razón del mundo al juzgar inverosímil, inaceptable e incluso impía la cifra que ha ofrecido el Defensor del Pueblo sobre las posibles víctimas de los abusos de eclesiásticos sobre aquellos sujetos —niños y niñas, adolescentes y adolescentas— que estuvieron a su cargo para ser sus guías espirituales, las personas con las que se confesaban, aquellos a quienes los padres asignaban con plena confianza un papel de protección y orientación en la vida futura. 

Son proyecciones tan inasumibles —más de 400.000 posibles víctimas— que a nadie ha de sorprender la reacción del cardenal Juan José Omella, ofendidísimo por la lacra que cae sobre la Iglesia católica lanzada por una institución pública y sin que el despacho de Javier Cremades (& Calvo Sotelo) haya tenido la posibilidad de parar el golpe, no sé, atenuarlo un poco o compensarlo de algún modo, sobre todo a la vista de la fe inquebrantable que seguramente guía al abogado, dada su afiliación conocida al Opus Dei.

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