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Nazanín Armanian, Público, 8 de junio de 2022
«¿Qué podemos hacer para que a los súbditos ni se les ocurra rebelarse contra el sistema, mientras nos hacemos con la fortuna del país?, preguntó el Caudillo, muy preocupado, a su visir, un veterano canalla. «Señor, confíe en mí», le calmó su cómplice, el visir, y propuso las siguientes medidas:
– Prohibir partidos políticos, sindicatos obreros, asociaciones feministas, prensa libre, huelga, y manifestaciones.
– Nada de pedir elecciones libres, que es una mala influencia extranjera.
– Quintuplicar los impuestos, para que estén ocupados las 24 horas para pagar sus facturas.
– Entregar a sus hijas a los hombres de Dios por tener el derecho de pernada….
«Pero, eso ya lo hacemos, y aun así llaman a la «desobediencia civil» y cosas así, le cortó El Jefe. «¡Paciencia Señor! Ahora viene lo mejor», retomó la palabra el visir:
– Queda tajantemente prohibido ir al baño más de dos veces al día. Los infractores recibirán 75 latigazos y los reincidentes la pena de muerte por apedreamiento.
– No lo pillo, confesó el Caudillo.
– Pues, con esto último se olvidarán de todos aquellos derechos que les quitamos en los artículos anteriores: estarán todo el día pensando en cómo esquivar la orden, formando grupos partisanos para asaltar los baños públicos (en los que pondremos vigilantes armados), y pedirán en sus panfletos nocturnos la libertad de hacer las necesidades; organizarán reuniones clandestinas en sus casas para atiborrarse de comida y desahogarse en el lavabo, como acto de disidencia; pedirán a la ONU que nos presione para levantar la prohibición, etc., etc., y mientras nosotros un día aflojamos la orden y otro día ejecutaremos a unos cuantos en público haciendo pedagogía del terror, para que nadie piense que es un «ciudadano» exigiendo derechos: seguirán tratándoles como rebaños sin que se den cuenta», sentenció el gánster convertido en político. (Readaptación de un viejo relato persa).
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