“Nadie nace odiando, las personas aprenden a odiar, y si pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar”.
Nelson Mandela

Jesús Parra Montero, Nueva Tribuna, 18 de agosto de 2021
Una de las palabras que se ha puesto de actualidad para definir cierto comportamiento de un segmento amplio de la sociedad que luchan contra cualquier cambio, exhibido por aquellos individuos que eligen negar la realidad de una verdad que les resulta incómoda, es “el negacionismo”; irracionalmente rechazan aceptar una realidad empíricamente verificable o la validación de una experiencia o evidencia históricas; dan la espalda a la realidad en favor de una mentira que es más confortable para ellos. Las causas de este irracional comportamiento pueden ser diversas: las creencias religiosas, políticas, económicas o sociales, el egoísmo enfermizo, los mecanismos de defensa o las posiciones políticas contra ideas que les resultan perturbadoras. Aunque hoy destaca el negacionismo contra las vacunas del Covid-19, el comportamiento negacionista es mucho más amplio y afecta a muchas más áreas.
Otro de los comportamientos de actualidad, aunque no se utilice expresamente el término, es “la idolatría”. La RAE define este comportamiento como aquella persona que adora o rinde culto a un ídolo; también, quien ama o admira con exceso a una persona o una cosa u objeto. La idolatría ha existido en todas las épocas históricas; en todos los tiempos y culturas, también actualmente, se han adorado objetos o imágenes que representaban a la divinidad; pero las idolatrías del hombre contemporáneo han ido cambiando con los tiempos, los ídolos o divinidades ya no son objetos, sino determinados conceptos y formas de vida con las que nos identificamos; existen, asimismo, otros ídolos más preocupantes ligados a una sociedad que exalta el individualismo y el egocentrismo y que se ha hecho cada vez más tolerante con los caprichos de los propios “egos”: se enaltece el culto a la personalidad. A la vez que se desconocen y permanecen en el anonimato personajes que con su acción, investigación y ciencia han mejorado el mundo, se elige y se admira mundialmente como ídolos a personajes populares o famosos (megaestrellas del deporte o del cine…), hasta caer en el fanatismo y la idolatría. La fama y el dinero, la belleza, incluso el placer, ocupan el lugar supremo en la escala de valores del comportamiento de muchas personas. En el fondo, es la proyección inconsciente de lo que uno mismo quisiera alcanzar o llegar a ser. Los medios actuales de comunicación facilitan en demasía que nazcan “mesías” o se suban “ídolos” a los altares de la fama.
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