Fernando VI junto con el Marqués de la Ensenada, el obispo de Oviedo Vázquez de Tablada, el cardenal Valentí y el Papa Benedicto XIV orquestaron el mayor genocidio del pueblo gitano. Las autoridades calificaron la operación como “la solución final”.

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30 de julio de 2023
Aunque el pueblo gitano ha sido una de las minorías más perseguidas en la historia de nuestro país, (la Pragmática de los Reyes Católicos de 1499 marcaría el inicio oficial de la represión ejercida contra el pueblo gitano) nos centramos en uno de los hechos históricos más negros, y olvidados, de la historia de España, el intento de exterminio de los gitanos y las gitanas españoles conocido como La Gran Redada o “Prisión General de los Gitanos”, un 30 de julio de 1749.
La Gran Redada, calificada por las autoridades como “la solución final”. pasó desapercibida durante dos siglos, hasta que el historiador Antonio Gómez Alfaro, autor de La Gran Redada De Gitanos (1993) recuperó el episodio en los años noventa.
Los planes fueron iniciados por el obispo de Oviedo, Vázquez Tablada y continuados y ejecutados por el Marqués de la Ensenada, con la autorización del rey Fernando VI. Además, para facilitar el apresamiento de los gitanos y gitanas, el cardenal Valenti Gonzaga, nuncio en Madrid antes de ser secretario de Estado en el Vaticano, obtuvo expresamente del Papa Benedicto XIV permiso para excluir a los gitanos del asilo eclesiástico en abril de 1748. Era el último trámite para que Fernando VI autorizara el genocidio del verano de 1749.
El 5 de julio de 1747, don Gaspar Vázquez Tablada, obispo de Oviedo, gobernador a la sazón del Consejo de Castilla, elevaba a Fernando VI una consulta donde, subrayando el secular fracaso de las leyes reductoras promulgadas contra los gitanos, sugería la adopción de remedios extraordinarios. . Daba por sentado que todos los gitanos, delincuentes o no, eran sospechosos de serlo, y que normalmente lo eran por más que resultase difícil la prueba particular de sus presuntos delitos; debía sospecharse incluso de los sedentarizados y aplicados, pues con ese plausible comportamiento enmascaraban hipócritamente su colaboración efectiva en los actos delictivos de los demás. Tales presunciones de peligrosidad justificaban la aplicación indiscriminada de una medida preventiva de seguridad que separase de la sociedad a todo el grupo, clasificado a tales fines por edades y sexo.
Para ello, como es lógico, era necesaria una previa «recolección general», es decir, una redada policial que pusiera fin a la inmerecida libertad que los gitanos disfrutaban. Dicha operación, cuya estrategia diseñaría el marqués de la Ensenada, disponiendo el auxilio y la supervisión del Ejército, se llevaría a cabo a la vez en toda España el miércoles 30 de julio de 1749; una orden sucesiva de 12 de agosto le daría cumplido complemento con una concienzuda persecución de fugitivos. Entre nueve mil y doce mil personas, -la práctica totalidad de la población gitana-, mujeres y hombres, ancianos y niños, perderían con ello la libertad.
Se contó, además, no sólo con la cooperación de la iglesia sino también con la «provechosa» colaboración delatora de la población. La ambición de alcaldes, corregidores, alguaciles y particulares jugó su baza en el asunto, pues eran recompensados los delatores con la apropiación de sus exiguos bienes, que se vendían en pública almoneda.

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Aproximadamente entre 9.000 y 12.000 personas fueron capturadas y recluidas con cadenas y grilletes. Se hicieron dos grupos tras las detenciones, separados por sexos: los hombres apresados fueron enviados a trabajos forzados en los arsenales de la Marina y las mujeres y los niños a cárceles o fábricas. La pena por intentar escapar era contundente: “Al que huyere, sin más justificación, se le ahorque irremisiblemente”.
Los hombres, a partir de 15 años serían destinados a los arsenales para trabajar forzosamente en la construcción de navíos, empleados como mano de obra esclava para la realización del proyecto de construcción de una renovada armada, objetivo acometido por el marqués de Ensenada. Otros fueron destinados a las minas de Almadén, donde sufrieron una altísima mortandad.
Mientras, para las mujeres, junto a los menores de 12 años, se escogieron las ciudades de Málaga, Valencia o la Real Casa de la Misericordia de Zaragoza. También serían utilizadas en fábricas −prisión donde, a través de su explotación, sufragarían su propio mantenimiento y el de sus descendientes hasta la muerte–, donde estas mujeres vivían hacinadas y en muy malas condiciones higiénicas y alimenticias.
Por último, los niños fueron separados de sus padres, a los que se acusaba de ser una mala influencia para sus hijos, reeducados en los valores cristianos de la tradición católica española e instruidos en oficios honrosos, ya que se consideraba posible su recuperación para la sociedad.
“Las bases para la reducción de los gitanitos irían tomando paulatinamente cuerpo a partir de la gran redada de 1749, siendo numerosos los informes de aquel tiempo que abordan el tema; una prolija clasificación casuística les permitiría ir aconsejando una diversidad de destinos. Don Félix Esteban Carrasco, secretario de la Capitanía General de Valencia, por ejemplo, sugiere que niños y niñas queden con sus madres en los «depósitos» hasta los seis años. Entre los siete y los doce, las niñas podrían ser colocadas con gente «honrada», para servirla «por la comida y vestido» sin perjuicio de compensarlas posteriormente con dotes; los varones del mismo segmento de edad se encomendarían a labradores y hacendados hasta que, a los doce años, y hasta los 17, se repartieran en navíos, maestranzas y fábricas o se pusieran «por carga vecinal» con maestros de oficios” (La “reducción de los niños gitanos”, Antonio Gómez Alfaro)
La meticulosa organización de los arrestos contrasta con la imprevisión y el caos en que se convirtió el traslado y el alojamiento. “La envergadura del proyecto estaba muy por encima de los medios de la época. La situación se desbordó. Fue un caos porque las autoridades no sabían dónde meter a los detenidos y su manutención era cara”, afirma Manuel Martínez, autor de Los gitanos y las gitanas de España a mediados del siglo XVIII: el fracaso de un proyecto de exterminio. Y aunque la idea final fuera hacer desaparecer la población gitana, los enormes problemas económicos, logísticos y sociales derivados de la puesta en marcha de la Prisión General de los Gitanos de 1749, hicieron que las autoridades locales comenzaran a alzar sus quejas sobre la dificultad de alojar, alimentar y rentabilizar con eficiencia a las miles de personas cautivas durante el tiempo previsto hasta su extinción.
Por otra parte, la resistencia de los gitanos presos, sus firmes convicciones a no acatar el trabajo forzado en los arsenales, sus intentos de fugas, la heroicidad de las gitanas presas, y el no tener una solución a este grave problema provocado por el Marqués de la Ensenada, forzó el indulto regio, la Pragmática Sanción, de 1763 de Carlos III

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Resistencia gitana, en femenino
Los relatos históricos sobre la extraordinaria resistencia romaní al genocidio son abundantes. Según el historiador José Luis Gómez Urdáñez, las que fueron recluidas en la Casa de la Misericordia de Zaragoza, “lo primero que hicieron, nada más ver el barracón al que se les destinaba, fue quedarse en los patios, en la huerta, al aire libre, sin entrar, negándose a obedecer cualquier orden […] Las gitanas colmataron los dos pozos ciegos de la casa arrojando en ellos los restos de las camas, sus ropas y los jergones. En unos meses, la sarna hizo estragos”. Este conato de revuelta no es una excepción: “Desde el principio, las huidas fueron constantes. Muchas se escapaban para reunirse con sus maridos presos en la Aljafería y volvían luego, burlándose, incluso del alcaide, que estaba ‘aturdido y como alelado, ora sea por haberlo confundido las gitanas, ora por la enfermedad que tuvo este invierno’ […] El deseo de volver a su libertad las hace tan resueltas y aún despechadas que es raro el día que no cometen uno u otro atentado, lo que nos induce al prudente recelo de que se extienda su arrojo y temeridad de dar fuego a la casa para frustrar nuestra providencia” (Gómez Urdáñez, 2004).
Sobre la resistencia de las mujeres gitanas presas escribe Silvia Agüero Fernández un artículo (del 30 de julio de 2020) en AraInfo recordando La Gran Redada y la revuelta de las mujeres gitanas presas en la Casa de Misericordia de Zaragoza, actual sede de la Diputación General de Aragón, o sea, del Gobierno aragonés que fue la prisión para más de seiscientas mujeres gitanas de toda España.
Destaca en la revuelta una figura, la de Rosa Cortés, (su marido Ginés, con tan solo 23 años, sería destinado al arsenal de La Carraca en Cádiz y fallecería en la travesía de Cádiz a El Ferrol junto a más de dos centenares de hombres gitanos que perdieron la vida en el naufragio de ese viaje). Rosa fue capturada y trasladada desde su pueblo Vélez Rubio a la Alcazaba de Almería antes de ser trasladada primero a Málaga, después a Granada para finalmente ser conducida, junto a más de 600 mujeres gitanas, con sus niñas y sus niños en barco a Tortosa (Tarragona) y desde allí caminando ¡¡200 kilómetros!! a Zaragoza donde fueron encarceladas en la Real Casa de Misericordia.
Rosa Cortés, en enero de 1753, lideró a más de cincuenta gitanas en uno más de los muchos episodios de resistencia que mis antepasadas protagonizaron. En aquella ocasión, armadas con clavos que habían previamente arrancado de las vigas de la techumbre abrieron un boquete en el muro de aquella cárcel. La mayoría fueron capturadas y no hay datos de ella después de marzo de 1753.
El artículo ofrece también un breve listado de nombres de algunas de las víctimas de la Prisión General o Gran Redada de 1749 a la vez que una reivindicación:
“Queremos que la Prisión General de Gitanos y Gitanas se incluya en el concepto de memoria histórica y, por tanto, que las víctimas y los vestigios de la misma pasen a estar protegidas, al menos, con el mismo nivel que lo relativo a la Guerra Civil y la represión franquista.
Queremos que el Estado, la Iglesia y la Corona pidan perdón”
Un grupo de gitanas, incluida Silvia Agüero, ha creado la Plataforma Rosa Cortés por la Memoria Histórica Gitana.
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También sobre la resistencia y rebeldía de las mujeres gitanas escribió Manuel Martínez Martínez Clamor y rebeldía. las mujeres gitanas durante el proyecto de exterminio de 1749 (PDF)
“Este artículo consta de dos partes. La primera describe el origen y desarrollo de la redada y posterior proyecto de exterminio. La segunda se centra en los diferentes destinos reservados a las mujeres, inmersas en un trágico periplo de desolación, miseria, hambre, enfermedad y muerte; pero también de esperanza manifestada por su rebeldía. La mujer gitana de mediados del siglo XVIII se nos muestra indómita y decidida en su lucha por recuperar lo que le fue arrebatado: su familia y su libertad. La fuerza interior mostrada por estas mujeres ante la adversidad hizo mella en las conciencias de personajes relevantes de la época como el duque de Caylús, de quien partiría la propuesta de indulto que finalmente sería concedido en 1765, y que cerraría una página que aún hoy en día se resiste a entrar, por su desconocimiento o falta de interés, en los tratados de historia de España”
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Fuentes:
La Ilustración y la Gran Redada de Gitanos de 1749
Historia de un Genocidio: La Gran Redada de 1749
La Gran Redada. 30 de julio de 1749
La “reducción de los niños gitanos”, de Antonio Gómez Alfaro (PDF)
30 de julio de 1749, el cénit del genocidio antigitano en el Reino de España