Las ideas que se publicitarán en las escuelas van contra muchos ciudadanos
Artículo de opinión de José Manuel Sánchez Ron, miembro de la Real Academia Española desde 2003 y catedrático de Historia de la Ciencia en la Universidad Autónoma de Madrid, publicado en “El País” el 28 de marzo.
Somos polvo de estrellas; los elementos más pesados que forman parte de nuestro cuerpo (como el oxígeno, el carbono, el fósforo, el calcio o el hierro) se cocinaron en el interior de estrellas, que luego, al estallar, desparramaron por el universo lo que en nuestro planeta sería caldo de cultivo de toda la vida terrestre. Aunque subsisten aún importantes incógnitas, es posible reconstruir las líneas generales de los procesos que condujeron a que surgiese la vida en la Tierra, incluyendo nuestra especie, Homo sapiens.Todavía se nos resisten explicaciones a numerosos fenómenos, pero no es arriesgado aventurar que seremos capaces de dar con ellas. Sin embargo, debemos aceptar que parecen existir límites al conocimiento científico, el principal, si no el único, explicar por qué existe el universo y por qué las leyes científicas que descubrimos tienen la forma que tienen. Pero emparentados como estamos con toda la vida que existe en la Tierra, y sabiendo de los límites de “comprensión” de otras especies, no deberían sorprendernos los de nuestra mente.