Enrique del Teso, La Voz de Asturias, 4 de marzo de 2017
Nadie reconoce su propia voz la primera vez que la oye grabada. Cuando hablamos, además de por el aire, nuestra voz nos llega al oído interno desde dentro, propagada a través de los huesos y ciertos tejidos de la cabeza. Nos llega con resonancias bajas que por el aire se pierden y así la oímos con más cuerpo. Nuestra voz grabada nos parece desangelada y nos decepciona. En este caso lo que nos llega de dentro mejora las cosas. Pero no siempre es así. Cuando una ciudad es destruida, lo que emerge de su interior son las ratas y la basura. Cuando se retira la carne de nuestras manos al morir, se dejan ver más la uñas, como si siguieran creciendo. Mucha gente repudió el dichoso autobús de los fachas de Hazteoír e hicieron votos por que no se considerase delito lo que es carcundia y estupidez, es decir, parte del precio que cuesta la libertad de expresión. Pero muchas de estas reflexiones llegaron con cierta inocencia, cuando creen que grupos tan mohosos y tan de churre son restos de otras épocas en sus últimos castañeteos. En realidad la voz de esos que quieren hacer oír su odio y que de buena gana no nos dejarían hacernos oír a los demás no es murmullo residual que venga de fuera. Es parte de esas resonancias internas que nos llegan desde las entretelas de nuestra sociedad. Y no siempre lo que viene de dentro es grato.
El odio es pudoroso y no quiere ser reconocido como odio. Por eso no se suele expresar denigrando directamente al grupo odiado, sino poniendo en valor y protegiendo a quienes están fuera de él, para que la agresión pase por legítima y desamparada defensa. Steve Bannon no menosprecia a los negros ni Trump odia a los mexicanos. El primero protege a los blancos y el segundo vela por los norteamericanos. Y Hazteoír sólo protege la familia católica. Dicen. Nunca entendí de qué manera la estructura familiar de mi casa, más vista que el tebeo, puede verse alterada porque alguno de mis vecinos tenga con otra persona de su sexo el mismo tipo de apaños que tengo yo con mi mujer. No defienden mi casa. Odian a mis vecinos. El partido que gobierna en España declaró de utilidad pública a esta asociación precisamente por su odio hacia grupos reconocibles de nuestros compatriotas y por la actividad que busca su segregación. A sus manifestaciones acude José María Aznar y algunos de los que gobernaron con él y siguen en libertad sin cargos. Esa misma fibra de odio impregna la actividad más visible de la Iglesia y se extiende a los colegios que el propio Estado les concierta y les paga. La del autocar no es una voz residual de otros tiempos ni que venga de «desiertos remotos» o «lejanas montañas». Puede ser estridente que esta vez llevaran el veneno a la puerta de los colegios, pero lo que oímos esta semana es un componente habitual del tono de nuestra sociedad, de ese que llega desde dentro. Read the rest of this entry »