
Foto: El Soma
Xandru Fernández, El Soma, número 3, marzo 2017
No está bien visto limitar el derecho al sufragio activo, pero si hablamos de “voto rogado” la cosa cambia: nuestras reacciones se normalizan, aun sabiendo que detrás de esa expresión no se esconde una realidad diferente de la limitación de un derecho. Tampoco está bien visto poner cuchillas en las vallas fronterizas, pero la brutalidad de esa expresión no nos golpea con tanta fuerza si usamos el eufemismo “concertinas”: ¿qué demonios es una concertina? ¿Qué es lo primero que se nos viene a la cabeza cuando oímos esa palabra?
Por lo que sabemos, ese tipo de sustituciones lingüísticas es la señal que delata un encubrimiento. Y si la sustitución brota de golpe, si trata de abrirse paso a empujones en los medios de comunicación y lo consigue suscitando una polémica en la cual la sustitución misma es relegada a un segundo plano, podemos estar razonablemente seguros de que algo hay ahí que no pinta nada bien.
Si hemos empezado a hablar de “maternidad subrogada” en lugar de “vientres de alquiler” no es por casualidad: ¿en cuántas conversaciones usamos el verbo “subrogar”? La sustitución delata aquí la voluntad de introducir una valoración diferente de la que lleva asociada la expresión “vientres de alquiler”. Lo sabemos y, no obstante, lo hacemos. ¿Por qué? Tal vez por lo mismo por lo que decimos “calificaciones” en lugar de “notas”, o “enema” en lugar de “lavativa”: la sustitución lingüística se alimenta del prejuicio universal hacia el vulgarismo y utiliza en beneficio propio el prestigio del registro culto, por más que nadie sepa explicar en qué momento “externalización” pasó a ser un cultismo en detrimento de “privatización”.
Hablemos, pues, de la maternidad subrogada. O, mejor, no hablemos de ella, sino de lo que de ella se dice y de los mecanismos implícitos en esas formas de decir. Read the rest of this entry »