Aumentan las denuncias contra instituciones regentadas por organizaciones islámicas, que han ganado peso en el sector educativo con el Gobierno de Erdogan
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Andrés Mourenza, El País, 4 de febrero de 2022
El suicidio de un joven en una residencia de estudiantes regentada por una cofradía islámica(1) ha puesto el foco del debate en Turquía en las organizaciones religiosas, cuyo poder económico se ha incrementado desde la llegada de Recep Tayyip Erdogan al poder, y alrededor de las cuales se han multiplicado las denuncias de abusos sexuales y malos tratos.
El pasado 10 de enero, Enes Kara, un estudiante de Medicina de 20 años de la Universidad del Éufrates (provincia de Elazig), se tiró por la ventana del séptimo piso del edificio en que vivía, una residencia estudiantil propiedad del movimiento islamista Nur. Un mes antes de acabar con su vida, Kara había publicado un vídeo en las redes sociales en el que afirmaba haber “perdido la alegría de vivir”. En el vídeo relataba cómo desde pequeño había pasado por internados religiosos y que su familia le había obligado a alojarse en una residencia islámica al marchar a la universidad, pese a que él no quería porque hacía años que había perdido la fe.
Las estrictas reglas y dureza de la vida en la residencia —acudir a todos los rezos desde el amanecer, lecturas coránicas, clases religiosas obligatorias incluso los fines de semana además de los estudios de su carrera— acabaron por minar al joven. “Cuando te obligan a hacer estas cosas contra tu voluntad sientes que has perdido tu libertad. (…) Estoy psicológicamente agotado”, decía en el vídeo.
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