¿Prohibido esparcir cenizas de difuntos?

Tan peculiar es hacerte un anillo con tu ser querido como acristalar huesecillos de presuntos santos y convertirlos en reliquias

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Esta mañana se difundía la noticia de que el papa Francisco,  decidido a involucrarse en rituales domésticos, había firmado un documento redactado por la Congregación para la Doctrina de la Fe –el antiguo Santo Oficio- por el que se prohibía desde hoy que las cenizas de los difuntos sean esparcidas, divididas entre los familiares o conservadas en casa para evitar cualquier “malentendido panteísta, naturalista o nihilista”.

En La Ventana, de la Cadena Ser, Isaías Lafuente nos dejaba  esta breve “reflexión”:

Dentro de una semana es el Día de los difuntos y el Vaticano ha aprovechado las vísperas propicias para difundir un documento en el que, aunque acepta la cremación, prohíbe esparcir las cenizas de los difuntos, repartirlas entre los familiares, conservarlas en casa o convertirlas en joyas. Ya se sabe que su reino no es de este mundo, porque en este reino terrenal llamado España la ley no somete a ningún control el transporte o depósito de cenizas, salvo abandonarlas en la vía pública.

Así que, con todos los respetos a quien decida seguir los preceptos de Roma, para el común de los mortales no hay diferencia sustancial entre hacernos polvo bajo la lápida de un cementerio o enterrar nuestras cenizas bajo un olivo, y tan peculiar es hacerte un anillo con tu difunto como acristalar huesecillos de presuntos santos y convertirlos en reliquias. Sólo fastidia que el documento, al remarcar la preferencia por la sepultura, afirme que esa forma de enterramiento “demuestra un mayor aprecio por los difuntos”. Y hasta ahí podíamos llegar, que juzguen nuestro afecto por nuestros difuntos en función del cumplimiento de sus normas.

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