
Claveles rojos para Araceli
7 de marzo de 2021
Ayer Gijón rindió homenaje a Araceli Ruiz en la playa del Arbeyal, frente a la estatua que desde 2005 rinde homenaje a las niñas y niños de la guerra, en una tarde ventosa y desapacible que para nada impidió que más de un centenar de personas se sumaran al acto.
Sensaciones que recogía Paco Álvarez en Facebook:
Hoy hacía un frío del carajo en la playa gijonesa de L’Arbeyal, soplaba un viento de piraña que mordía las carnes. La gente alzaba las cremalleras de los abrigos hasta la barbilla y hundía las manos en los bolsillos. Era la media tarde de un sábado de marzo sin historia y en medio de una pandemia, un momento ideal para quedarse en el sofá leyendo, viendo la tele o durmiendo la siesta. Y aún así allí había más de dos centenares de personas de todas las edades secundando un acto en el que la mujer homenajeada, Araceli Ruiz, murió a la venerable edad de 96 años y en el que la causa por la que vivió para algunos es una causa lejana y para otros es una causa perdida.
Pero detrás de ese homenaje a Araceli, la niña de la guerra nacida en Palencia y criada en Xixón (niña de la paz, como ella se definía), la ingeniera de caminos titulada en la Unión Soviética, la mujer que hablaba ruso con acento asturiano en Radio Moscú, está representada la memoria colectiva de esta ciudad que en 1937 despidió, con una mezcla de profundo dolor y de inasumible derrota, los barcos que zarpaban cargados de niñas y niños a los que había que poner a salvo de la guerra y del fascismo, la ciudad en la que hoy defendemos con orgullo la herencia de esa gente nuestra que nos robó el franquismo y que se llevó la mar.
Así que hoy había mucho más que un jardín efímero de claveles rojos ante la estatua de bronce dedicada a las niñas y niños de la guerra que ideó el ya fallecido escultor Vicente Moreira, que también él fue un niño de la guerra. Ante esa estatua estaba el Xixón que defiende la memoria frente a todos los tiempos y vientos que intenten imponer el olvido.
Ahora, Áraceli Ruiz, ejemplo de lucha, ética y coherencia política, luchadora antifranquista que decidió dedicarse hasta el fin de sus días a la difusión y conocimiento de los “niños de la guerra”, forma parte de esa nuestra memoria colectiva.