La fe del presidente

Las revelaciones del arzobispo sobre Adrián Barbón
Milio Rodríguez Cueto

Milio Rodríguez Cueto, La Nueva España, 14 de diciembre de 2019

El arzobispo dice que el presidente de Asturias es cristiano. Uno intuye una pizca de astucia en esa afirmación, expresada después de un encuentro, esta semana, entre los dos líderes (¿de qué otra forma llamarlos?). La cosa me trae a la cabeza una historia vieja, personal. Siendo yo estudiante de BUP en la Laboral de Gijón a mediados de los 70, nos daba clase de Religión (obligatoria) un jesuita al que llamábamos Pinueve (Naturaleza que no Dios, le regalara un apéndice nasal que miraba con desprecio al de Pinocho). Aseguraba que las últimas palabras pronunciadas por Voltaire en el lecho de muerte fueron: «¡Venciste, nazareno!»  Nosotros, críos de trece años, no teníamos ni idea de quién era Voltaire, pero estábamos seguros de que cualquier afirmación de Pinueve era falsa, así que, gracias a él, empezamos a interesarnos por el irónico pensador francés. ¡Poca gente fue tan eficaz produciendo ateos como aquel cura, con el que tantos cincuentones librepensadores siguen en deuda! Porque Satanás no existe, que, si no, Pinueve iba a lucir todas las condecoraciones del infierno.

Pues volviendo al presente, a uno le parece que lo que dice el arzobispo del presidente de Asturias es un «¡venciste,nazareno!»  prematuaro, sin esperar el «artículo mortis» barbónico, que hasta la milenaria iglesia católica parece estar volviéndose impaciente.

Aunque la afirmación de Sanz sobre la fe presidencial fuera falsa, ahí queda, porque Adriá Barbón no se va a meter en el charco de dejar por mentiroso y pecador al prelado. Así que los asturianos vamos a vivir con la intriga, lo que hay que agradecer al arzobispo, eso sí, porque no hay como las intrigas para consolarnos de los pesares y aburrimientos inherentes a este valle de lágrimas. De todas las maneras, Barbón es de Laviana. Lo apunto porque, sin atreverme a decir que un cristiano de Laviana es una quimera astur, raro sí resulta. Uno, en este asunto, habla con autoridad, porque viene de ese país y creció asistiendo a funerales siempre fuera de la iglesia de Llorio, donde se concentraban los paisanos de Ribota mientras el cura echaba dentro las prédicas. «Yo, si entro, me mareo, me explicaba mi abuelo». Por cierto: no lo venció el nazareno.

La fe del presidente Barbón era un asunto en el que no habíamos pensado hasta el momento. Sabemos que su jefe, Pedro Sánchez, no es cristiano: declaró en una entrevista televisiva que no creía en Dios. Pero las creencias de los jefes no condicionan las de los subordinados. Ahí está el arzobispo, que no acredita la condición profética de Greta Thunberg, al revés que gran parte de su rebaño. En cualquier caso, uno piensa que Sanz Montes, si no obró de mala fe pinieviana (¿pinona?) etiquetando cristianamente al presidente astur, por lo menos fue imprudente y poco respetuoso con la privacidad ajena. ¿Sabe él si Barbón quiere dar pie a que los votantes se pongan a buscarle el escapulario entre la abertura de los cuellos de la camisa, o a que empiecen a pensar que lo lleva más cerca del corazón que el pin institucional con el escudo de Asturias o, ¡inclusive!, que la rosa socialista?

«Barbón es cristiano y político, y no siempre es fácil compaginar ambas realidades.»  El mensaje está claro en boca de Jesús Sanz: las bondades del cristianismo no casan con las maldades y las trampas de quienes nos gobiernan. Hasta el arzobispo se apunta a ese peligroso pimpampum de moda: dispare usted, indiscriminadamente, contra la clase política, ¡si hasta los niños de Primaria, tan informados como están en la actualidad, afirman, en las encuestas, que son el mayor problema de España!  Pero hubo un tiempo, a mediados del siglo xx, en que no era sí. Por entonces, política y cristianismo (catolicismo, en realidad), iban de la mano en España, en paz y armonía, y ningún obispo hacía declaraciones irónicas al respecto. Eran otros tiempos. No está claro que fueran otros obispos.

 

Texto original

La fe del presidente
Les revelaciones del arzobispu sobre Adrián Barbón

L’arzobispu diz que’l presidente d’Asturies ye cristianu. Ún albidra un plizquín de picardía nesa afirmación, espelida depués d’un alcuentru, esta selmana, ente los dos líderes (¿de qué otra manera los llamar?). La cosa traime a la cabeza una historia vieya, personal. Siendo yo estudiante de BUP na Laboral de Xixón a mediaos de los 70, dábanos clase de Relixón (obligatoria) un xesuita al que llamábemos Pinueve (Natura, que non Dios, regaláre-y un apéndiz nasal que miraba con despreciu al de Pinocho). Aseguraba que les últimes palabres murmuriaes por Voltaire nel lechu de muerte fueren: «¡Venciste, nazareno!» Nosotros, rapacinos de trece años, nun teníemos idea de quién fuere Voltaire pero tábemos seguros de que cualquier afirmación de Pinueve yera falsa, asina que, gracies a él, empecemos a interesanos pol irónicu pensador francés. ¡Poca xente fue tan eficaz produciendo ateos como aquel cura, col que tantos llibrepensadores cincuentones siguen en deuda! Porque Satanás nun esiste, que, si non, Pinueve diba llucir en pechu toles condecoraciones del Infiernu. Pues, volviendo al presente, a ún abúlta-y que lo que diz l’arzobispu del presidente d’Asturies ye un «¡venciste, nazareno!» prematuru, ensin esperar al «articulo mortis» barbónicu, qu’hasta la milenaria Ilesia católica paez que se ta volviendo impaciente.

Anque l’afirmación de Sanz sobre la fe presidencial fuere falsa, ehí queda, porque Adrián Barbón nun se va meter nel charcu de dexar por mentirosu y pecador al preláu. Asina que los asturianos vamos vivir cola intriga, cosa que-y agradecer al arzobispu, eso sí, porque nun lo hai como les intrigues pa consolanos de los pesares y de los aburrimientos inherentes a esti valle de llágrimes. De toles maneres, Barbón ye de Llaviana. Apúntolo porque, ensin atreveme a decir qu’un cristianu de Llaviana ye la quimera astur, raro sí resulta. Ún, nesti asuntu, parla con autoridá, porque vien d’esi país y creció asistiendo a funerales siempre fuera la ilesia Llorío, onde se concentraben los paisanos de Ribota mientres el cura echaba dientro les prédiques. «Yo, si entro, maréome», esplicábame mio güelu. Por cierto: nun lu venció’l nazarenu.

La fe del presidente Barbón yera un asuntu nel que nun teníemos pensao hasta’l momentu. Sabemos que’l xefe d’él, Pedro Sánchez, nun ye cristianu: declaró, n’entrevista televisiva, que nun cree en Dios. Pero les creencies de los xefes nun condicionen les de los subordinaos. Ehí tien usté al arzoobispu, que nun acredita la condición profética de Greta Thunberg, al revés que gran parte del so rebañu. Pal casu que fuere, ún piensa que Sanz Montes, si nun obró de mala fe pinueviana (¿pinona?) etiquetando cristianamente al presidente astur, polo menos fue imprudente y poco respetuosu cola privacidá ayena. ¿Sabe él si Barbón quier dar pie a que los votantes se pongan a busca-y l’escapulariu ente l’abertura de los cuellos de la camisa, o a qu’empiecen a pensar que lu lleva más cerca del corazón que’l pin institucional col escudu d’Asturies o, ¡inclusive!, que la rosa socialista?

«Barbón es cristiano y político, y no siempre es fácil compaginar ambas realidades.» El mensaxe ta claru en boca de Jesús Sanz: les bondaes del cristianismu nun casen coles maldaes y les trampes de los que nos gobiernen. Hasta l’arzobispu s’apunta a esi peligrosu pimpampum de moda: dispare usté, indiscriminadamente, contra la clase política, ¡si hasta los neños de Primaria, tan informaos como tán de l’actualidá, afirmen, nes encuestes, que son el mayor problema d’España! Pero hubo un tiempu, mediáu el sieglu XX, nel que nun yera asina. Daquella, política y cristianismu (catolicismu, en realidá) diben de la mano n’España, en paz y armonía, y ningún obispu facía declaraciones iróniques al respectu. Yeren otros tiempos. Nun ta claro que fueren otros obispos.

 


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